Hace unos días, amanecí dándole gracias a Dios por haberme permitido encontrarme con Él, y cómo, aunque me ha regalado tantas cosas maravillosas como mi familia, salud, talentos, amistades, trabajo, dinero, capacidad de disfrutar de todo, etc… lo que más valoro: es la relación que ahora tengo con Él.
Estaba pensando que gracias a sus llagas somos sanos; y me siento feliz porque la buena salud, me permite disfrutar de muchas cosas de esta vida… sin embargo, le dije: “Gracias Señor, por tanto; pero si te pudiera pedir una sola cosa, sería: Estar en tu presencia todos los días de mi vida.”
Pensé, que aunque me ha dado muy buena salud, algo que valoro demasiado; aún sin ella, si me concede estar en Su Presencia, yo podría seguir gozando del privilegio de seguir adorándolo, hablarle y escucharlo independientemente de mi salud física. Podría seguir bendiciéndolo e intercediendo en oración por otros, y aún seguir compartiendo de Él.
Me encanta la relación que ahora tengo con Dios, a través de Jesús, de Su Palabra; me gusta saber que todas las promesas que me ha dejado en el Testamento son mías; pero esa sensación de saber que me escucha, y la forma en que me responde, es lo más maravilloso que me ha sucedido a lo largo de mis casi 50 años de vida.
Tengo 10 años de haberme encontrado con Jesús, de haber respondido a su llamado de seguirlo… y este caminar con Él, me ha dado la seguridad y fortaleza para enfrentar las situaciones difíciles que se han presentado en mi vida; porque me ha prometido que estará conmigo hasta el fin del mundo!
Hoy solamente quiero compartir un ejemplo de cómo Dios nos responde cuando le pedimos dirección. A veces tarda en responder, pero si estamos atentos a su voz, sabremos escuchar y obedecer a su Sabia Palabra.
Anoche, a la hora de la cena, surgió una discusión con una de nuestras hijas; se enojó y se fue a su cuarto, y le puso llave. Después de unos minutos, subí para hablar con ella, pero estaba tan enojada que no quiso abrir. Yo insistía tocando: “abre me, por favor, quiero hablar contigo, abre la puerta…”. Solamente la escuchaba decir que “no” me abriría. Después de insistir un poco más, me di cuenta que no me iba abrir. Decidí irme a mi recámara y de rodillas, le pedí a Dios que me indicara que hacer. Pero en ese momento no lo escuchaba, no me decía nada… me quedé varios minutos pidiéndole a Dios que me dijera algo, pero nada, sentía como si Él no escuchara mi petición.
Me levanté, y decidí hacer otro intento de hablar con mi hija, y seguí tocando a su puerta; pero de manera fuerte y grosera gritaba que me fuera… finalmente me abrió de mala gana, pero no quiso escucharme; aún y que llegue de una manera tranquila y sin regaños. Me sacó de ahí y me sentí frustrada al no poder trasmitirle lo mucho que la amo.
En la noche, seguí orando para que Dios me diera algo de dirección con ella, sentía una impotencia por no saber qué hacer, no tenía claridad de parte de Dios… hasta que me quedé dormida.
Y en la madrugada, me desperté con este pasaje de: Apocalípsis 3:20, un pasaje que aunque lo había escuchado varias veces, hasta ese día lo comprendí bien.
Escuche a Dios decir: “Así me siento Yo… cuando toco a la puerta de los corazones, y no me quieren dar entrada.” “ A veces me paso días, meses y años tocando a la puerta de los corazones, sin que me dejen entrar.”
20 He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él y él conmigo.
Apocalipsis 3:20
Y comprendí como El Señor, aun de que no se cansa de tocar a la puerta de nuestro corazón, es un caballero, respetuoso, que no forzará su entrada a ningún lugar en donde no sea bien recibido.
Me llamó mucho la atención esto, porque cuando yo tocaba a la puerta de la recámara de mi hija, y ella no me quería abrir… pensé en utilizar la llave para entrar a la fuerza y abrazarla; y al mismo tiempo pensé que esto empeoraría la situación, así es que decidí esperar a que por su propio gusto me permitiera entrar.
Recibí un mensaje de Dios muy valioso, y le pedí perdón por las veces que sabiendo que está esperando un tiempo para que hablemos, tocando a la puerta de mi corazón; ando entretenida en tantas otras cosas sin importancia, que me pierdo esos tiempos de convivencia con Él y su deseo de bendecirme.
Si sientes que Dios ha estado intentando entrar a tu vida para cenar contigo y has decidido no abrirle la puerta, escucha lo una vez más insistiendo a que lo recibas. Él tiene la llave para entrar a tu vida, pero no la usará, porque lo que Jesús quiere, es que con gusto lo recibas y permitas que te hable de todo lo que tiene para ti que traerá bendición, así como de las consecuencias que tendrás, si decides ser rebelde y apartarte de Su Camino.
No son los consejos de tus amigos los que traerán bendición a tu vida, sino el consejo del Admirable Consejero lo que hará que te sientas con gozo y paz.
Jesús ha venido para que tengamos vida, y vida en abundancia; arrepiéntete de tus malas decisiones y la forma en que has vivido apartada de Él, y recibe lo en tu corazón como Salvador y Señor, permitiendo que Él dirija tus pasos… háblale y escúchalo, y verás cómo esos espíritus de ansiedad, depresión y coraje saldrán de tu vida; y a cambio, recibirás gozo, paz y dominio propio.
Dios tiene planes de bendición para todos los que con un corazón sincero lo buscan, nos ha dotado de talentos para honrarlo con nuestra forma de vivir; Dios te bendiga y te prospere en todo, así como tu relación con Él, prospera cada día.