Por Ana Maria GT
Agosto 8, 2011
Señor, pon guarda a mi boca; vigila la puerta de mis labios.
Salmo 141:3
Que necesidad tenemos todos de estar haciendo esta oración. Cuantas veces un mal comentario puede dañar a otros tanto como al que lo dice. Quizá hay veces que intencionalmente por el enojo queremos maldecir, pero que cuando hacemos un comentario sin ninguna mala intención, solo por decir “algo” y dañamos a otros? Que mal nos sentimos cuando vemos la reacción que se produce en la otra persona.
Hay personas que son muy sensibles a los comentarios de otros, y si se sienten agredidos, pueden reaccionar con violencia o simplemente cerrarse. Hay otras personas, muy pocas quizá, que fácilmente dejan pasar la ofensa y no se atoran en ninguna de estas dos reacciones.
Dios quiere hablarnos tanto al agresor como al receptor de la ofensa. Supongamos que somos de los que batallamos para guardar nuestra lengua, y decimos cosas sin pensar, que dañan a otros. Que podemos aprender? Aunque la lengua es un miembro muy pequeño, es muy difícil de domar; por eso la necesidad de estar pidiéndole al Señor que nos ayude.
4Mirad también las naves; aunque son tan grandes e impulsadas por fuertes vientos, son, sin embargo, dirigidas mediante un timón muy pequeño por donde la voluntad del piloto quiere.
5Así también la lengua es un miembro pequeño, y sin embargo, se jacta de grandes cosas. Mirad, ¡qué gran bosque se incendia con tan pequeño fuego!
6Y la lengua es un fuego, un mundo de iniquidad. La lengua está puesta entre nuestros miembros, la cual contamina todo el cuerpo, es encendida por el infierno e inflama el curso de nuestra vida.
7Porque todo género de fieras y de aves, de reptiles y de animales marinos, se puede domar y ha sido domado por el género humano,
8pero ningún hombre puede domar la lengua; es un mal turbulento y lleno de veneno mortal.
9Con ella bendecimos a nuestro Señor y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, que han sido hechos a la imagen de Dios;
10de la misma boca proceden bendición y maldición. Hermanos míos, esto no debe ser así.
11¿Acaso una fuente por la misma abertura echa agua dulce y amarga?
12¿Acaso, hermanos míos, puede una higuera producir aceitunas, o una vid higos? Tampoco la fuente de agua salada puede producir agua dulce.
Santiago 3:4-12
La Biblia dice que ningún hombre puede domar la lengua por si solo. Necesitamos que Dios obre ese milagro en nosotros, y si se lo pedimos el lo hará. Solamente el hombre perfecto podría nunca tropezar en lo que dice, y perfectos, sabemos que solo hay uno, Jesucristo. Pero Dios puede poner ese freno que necesitamos…
Porque todos tropezamos de muchas maneras. Si alguno no tropieza en lo que dice, es un hombre perfecto, capaz también de refrenar todo su cuerpo. Ahora bien, si ponemos el freno en la boca de los caballos para que nos obedezcan, dirigimos también todo su cuerpo. Santiago 3:2-3
Es bueno que comprendamos que al no ser perfectos tropezaremos con lo que decimos lastimando a otros, pero gracias al Espiritu Santo en nosotros que podemos estar sensibles a esto y remediarlo mediante pedir perdón cuando hemos ofendido. Quizá la persona no nos perdonará, pero Dios siempre nos perdonará y nos enseñará una buena lección al respecto. Por eso es importante que estemos sensibles al Espiritu Santo, y cuando este nos incomoda, poder hacer lo que tenemos que hacer. El Espiritu Santo en nosotros nos da la sensibilidad de discernir el espíritu de los demás, y nos dirigirá a lo que tenemos que hacer para poder estar en paz.
Es bueno darnos cuenta que la lengua es un miembro pequeño, pero difícil de controlar; y esto nos debe de hacer mas comprensibles a otros que también tropiezan con su boca. El darnos cuenta de esto, evitará que seamos jueces de lo que otros dicen, ya que podemos entender que cualquier persona podemos caer en un mal comentario.
Debemos aprender a orar como lo hacía David para beneficio de los demás y de nosotros mismos.
Señor, pon guarda a mi boca; vigila la puerta de mis labios.
Salmo 141:3
El que guarda su boca y su lengua, guarda su alma de angustias.
Proverbios 21:23
La suave respuesta aparta el furor, mas la palabra hiriente hace subir la ira.
Proverbios 15:1
Pongamos en práctica esto que ahora hemos aprendido. Si hemos dañado a alguien, pidamos perdón. Y si alguien mas nos ha ofendido, dejemos pasar la ofensa, nadie estamos excentos de hacer un mal comentario.
En cuanto podamos, busquemos la paz con todos, para que así nuestras oraciones no sean estorbadas.
Por tanto, si estas presentando tu ofrenda en el altar, y allí te acuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí delante del altar, y ve, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda. Mateo 5:23
gracias