Vivimos en un mundo donde se están transformando las palabras para suavizar el pecado y llamar «enfermedad» a lo que la Biblia llama pecado. Jesús nos advirtió sobre el enemigo, a quien llamó «el padre de la mentira» (Juan 8:44), y este enemigo ha trabajado por siglos para torcer la verdad de Dios y engañarnos. Al aceptar y justificar el pecado en nuestras familias, incluso de buena fe, podemos estar ayudando a este propósito sin darnos cuenta.
En lugar de llamar al pecado por su nombre, la sociedad prefiere términos que diluyen su gravedad: a la borrachera la llamamos «alcoholismo,» al robo le decimos «cleptomanía,» y a la homosexualidad simplemente «ser gay.» Pero la Biblia nos llama a vivir en la verdad, y como padres, debemos ser los primeros en guiar a nuestros hijos hacia la verdad que libera.
Proverbios 22:6 nos dice: «Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él.» Es nuestra responsabilidad como padres ayudar a nuestros hijos a reconocer el pecado, para que puedan buscar a Jesús, el único que puede librarlos.
«Así que, si el Hijo los hace libres, ustedes serán realmente libres.»
Juan 8:36
Esto incluye la libertad de toda atadura de pecado que el enemigo ha querido disfrazar como algo aceptable o inevitable.
Aceptar el pecado como una «enfermedad» o una «identidad» nos lleva a ignorar que Jesús es poderoso para sanar y liberar. Romanos 6:23 nos recuerda: «Porque la paga del pecado es muerte, pero la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, Señor nuestro.» Si amamos a nuestros hijos, no debemos ignorar las consecuencias del pecado; al contrario, debemos apuntarlos hacia la gracia y el poder de Jesús para transformarlos.
«Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí.»
Juan 14:6
Como padres, no debemos ceder ante las mentiras del mundo ni suavizar el pecado, sino llevar a nuestros hijos a Jesús, quien puede liberarlos y darles una vida nueva. No nos conformemos con ver a nuestros hijos vivir atados al pecado que el mundo quiere disfrazar. Oremos, confrontemos con amor, y recordemos que en Jesús hay libertad verdadera para todos los que buscan su ayuda.
Que como padres podamos confiar en el poder de Jesús, en lugar de en las mentiras del enemigo, y que podamos enseñar a nuestros hijos la verdad de la Palabra de Dios. ¡Jesús puede hacerlos libres!
Los padres debemos ser los primeros de congregarnos en una Iglesia en donde se predique la Palabra de Dios, sin adulterar. Debe ser prioridad buscar esos tiempos de alabanza y adoración al Señor al mismo tiempo que escuchamos como rebaño de Cristo Su Palabra, no endurezcamos el corazón. Los hijos ven nuestra fidelidad a Dios, y buscarán hacer lo mismo, no dejemos de congregarnos.
No dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos unos a otros; y mucho más al ver que el día se acerca.
Hebreos 10:25
Este versículo nos anima a no abandonar la práctica de reunirnos y a animarnos mutuamente en la fe, especialmente en tiempos difíciles.
Sean de espíritu sobrio, estén alerta. Su adversario, el diablo, anda al acecho como león rugiente, buscando a quien devorar.
1 Pedro 5:8
Recordemos la importancia de mantenernos vigilantes y firmes en nuestra fe, ya que el enemigo siempre está buscando maneras de atacar. Y cuando nos apartamos del rebaño, del cuidado de nuestro Pastor Jesús, somos presa fácil del enemigo, cuyo propósito es engañarnos y destruirnos.
En este mundo lleno de engaños y de confusión, nuestra esperanza y fortaleza están en Dios, quien es Todopoderoso y Bueno. No enfrentamos las mentiras del enemigo con nuestras propias fuerzas, sino con el poder de Aquel que venció al mundo. Efesios 6:10 nos exhorta: «Por lo demás, fortalézcanse en el Señor y en el poder de su fuerza.» Dios nos llama a mantenernos firmes, vestidos con toda la armadura que Él nos da, para resistir cualquier acechanza del diablo.
Recordemos que nuestro Dios no solo es poderoso, sino también infinitamente bueno. Nos ama y desea lo mejor para nosotros y nuestras familias. Alentémonos a permanecer en Su verdad, a orar por nuestros hijos y a guiarlos hacia Jesús, quien tiene el poder de romper todas las cadenas. Como dice el Salmo 18:2:
«El Señor es mi roca, mi fortaleza y mi libertador; mi Dios, mi roca en quien me refugio; mi escudo y el poder de mi salvación, mi alto refugio.»
Salmo 18:2
Así que no tengamos miedo, sino confianza en el Señor, sabiendo que Él está con nosotros, que Su verdad es nuestra luz y Su amor nuestra guía. Busquemos Su fuerza cada día, y recordemos que en Él somos más que vencedores. ¡A Él sea toda la gloria y el honor, por los siglos de los siglos! Gracias Jesús, por tu amor y paciencia.
Por tu Encuentro con Jesús,
-Ani Garza T