La vida cristiana está marcada por una búsqueda continua de santidad y obediencia a la Palabra de Dios. Sin embargo, muchos, habiendo conocido la verdad, han decidido darle la espalda a Dios, entregándose al pecado. Este camino de rebelión y desobediencia no solo afecta sus propias vidas, sino también a quienes los rodean, especialmente a sus familias.
La Biblia nos enseña en el libro de Josué sobre el pecado de Acán, quien tomó lo que era consagrado al Señor y lo escondió, desobedeciendo directamente el mandato de Dios. Como resultado, la ira de Dios se encendió contra Israel y Acán trajo una maldición sobre sí mismo y su familia. La Escritura dice:
«Israel ha pecado, y aun han transgredido Mi pacto que les ordené; también han tomado de las cosas bajo anatema, y hasta han robado y mentido. Y además, las han puesto entre sus propias cosas. Por eso los hijos de Israel no podrán hacer frente a sus enemigos; vuelven la espalda delante de sus enemigos porque han venido a estar bajo anatema. No estaré más con vosotros a menos que destruyáis las cosas bajo anatema de en medio de vosotros» (Josué 7:11-12, LBLA).
Así como el pecado de Acán trajo derrota y juicio a todo el pueblo, hoy debemos reconocer que las decisiones individuales, lejos de ser inofensivas, tienen repercusiones serias en el hogar y en la comunidad. La práctica del homosexualismo, la borrachera y el desprecio a la autoridad de los padres, son señales de un corazón endurecido hacia Dios, de un corazón rebelde. Estas acciones no solo deshonran al Señor, sino que también siembran división y maldición en las familias.
La Palabra de Dios es clara en advertirnos sobre estas conductas:
- Homosexualismo: «Por esta razón Dios los entregó a pasiones degradantes; porque sus mujeres cambiaron la función natural por la que es contra la naturaleza, y de la misma manera también los hombres abandonaron el uso natural de la mujer y se encendieron en su lujuria unos con otros, cometiendo hechos vergonzosos y recibiendo en sí mismos el castigo correspondiente a su extravío» (Romanos 1:26-27, LBLA).
- Borracheras: «No andemos en glotonerías y borracheras, no en lujurias y lascivias, no en contiendas y envidias» (Romanos 13:13, LBLA).
- Desobediencia a los padres: «En los últimos días vendrán tiempos difíciles, porque los hombres serán egoístas, avaros, jactanciosos, soberbios, blasfemos, desobedientes a los padres, ingratos, irreverentes» (2 Timoteo 3:1-2, LBLA).
No importa si se quiere diluir el pecado llamándolo como simples «gays», «enfermos» por el alcoholismo o «chiflados», Dios lo llama pecado y la paga del pecado es muerte; por lo que no se debe tomar a la «ligera».
Dios nos llama al arrepentimiento y a la restauración. La desobediencia trae juicio, pero la gracia de Cristo está disponible para todos los que se vuelven a Él en humildad y fe. Como cristianos, debemos recordar las palabras de 1 Juan 1:9:
«Si confesamos nuestros pecados, Él es fiel y justo para perdonarnos los pecados y limpiarnos de toda maldad» (1 Juan 1:9, LBLA).
Debemos de tener claro que Dios es misericordioso, PERO con los que se arrepienten y abandonan el pecado.
Hoy es el día de arrepentirse y volver al Señor nuevamente. No permitas que el pecado destruya tu vida ni la de tus seres queridos. Dios es rico en misericordia y está dispuesto a restaurar a todo aquel que se humille delante de Él. No pierdas más tiempo de ponerte a cuentas con Dios y deja de humillar y avergonzar a tu familia, a tus padres, hermanos y abuelos.
Por tu Encuentro con Jesús,
-Ani Garza T