Por: Ani Garza T
Oct. 28, 2011
Jesús lo vió acostado ahí, junto al estanque de Betesda, y supo, porque todo lo sabe, que llevaba ya mucho tiempo en aquella condición y le preguntó: “¿Quieres ser sano?” A lo que el lisiado contestó con excusas, aún asi, Jesús le dijo: “Levántate, toma tu camilla y anda.” Y al instante el hombre quedó sano, obedeció tomando su camilla y levantándose. Esa pregunta es la misma que Dios nos hace cuando estamos enfermos. Y al contestarle a Él: “si”, podemos recibir ese regalo de sanidad.
Éste es solamente uno de los muchos ejemplos que podemos encontrar en la Biblia de las sanidades que hizo Jesús y que sigue haciendo hoy para los que creemos en Él. La sanidad es lo más fácil para Dios, es Dios, pero Él está mas interesado en nuestro corazón que en darnos la sanidad física. Jesús sanó al siervo del centurión porque éste se lo pidió. Y nosotros los que creemos en Jesús podemos hacer la misma petición y Dios nos escuchara para sanar a otros. ¿Pero de que sirve la sanidad del cuerpo si la persona no rinde su vida a Cristo para heredar la vida eterna? Muchas veces Dios usa la enfermedad para atraernos a Él. Job creía conocer a Dios, y fue hasta que mucho de lo que tenía le fue quitado, incluyendo su salud, que verdaderamente buscó a Dios. Lo buscó y lo encontró, lo pudo conocer de una forma personal y le dijo: “De oídas te conocía, pero ahora mis ojos te ven”.
Dos de las cosas que Dios quiere hacer en nuestra vida es la de perdonarnos y sanarnos. Esa es su voluntad, esa es la Verdad, no permitamos que por causa de nuestra incredulidad e independencia del Dios de la Biblia, El Único Dios Verdadero, perdamos la bendición de ser perdonados para heredar la vida eterna, y gozar de la salud divina que Dios nos da al saber que Jesús cargó con nuestro dolor llevándolo a la cruz.
Gracias Jesús!
El es el que perdona todas tus iniquidades, el que sana todas tus enfermedades; el que rescata de la fosa tu vida, el que te corona de bondad y compasión; el que colma de bienes tus años, para que tu juventud se renueve como el águila.
Salmo 103:3-5
Dios es quién sana todas nuestras enfermedades. En Él es en quien debemos confiar, porque el no nos fallará jamás. Es a Dios a quien debemos consultar para que nos indique lo que debemos hacer, quizá nos hará visitar algún médico pero para un propósito mayor y no para que nos den un diagnóstico, porque el diagnóstico para sus hijos ya está dado.
Mas Él fue herido por nuestras transgresiones, molido por nuestras iniquidades.
El castigo, por nuestra paz, cayó sobre El, y por sus heridas hemos sido sanados.
Isaias 53:5
Jesucristo llevó el dolor para que nosotros ya no lo llevaramos más. El castigo por nuestro pecado (trasgresión a la ley de Dios) cayó sobre Él. ¿Lo crees?
y El mismo llevó nuestros pecados en su cuerpo sobre la cruz, a fin de que muramos al pecado y vivamos a la justicia, porque por sus llagas fuisteis sanados.
Pues vosotros andabais descarriados como ovejas, pero ahora habéis vuelto al Pastor y Guardián de vuestras almas.
1 Pedro 2:24-25
La voluntad de Dios es que estemos sanos. Jesús mismo dijo que Él no había venido a hacer su propia voluntad, sino la del Padre que lo envió. Y mientras estuvo en la tierra se la paso perdonando pecados y sanando enfermos. Él es el mismo ayer, hoy y siempre, y hoy sigue perdonando pecados y sanando enfermos.
Si hoy quieres escuchar el diagnóstico de sanidad para tu vida, recibe a Jesús en tu corazón, busca el Reino de Dios y su justicia, las cosas de Dios, y todo lo demás, incluyendo la salud, vendrá como añadidura. La justicia de Dios es la fe en Jesus, solamente por medio de Él pasamos a ser justos delante de Dios heredando la vida eterna y la sanidad.
Por tanto, habiendo sido justificados por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo, por medio de quien también hemos obtenido entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios.
Romanos 5:1
Jesús no derramo su sangre en vano. Gracias a eso ahora somos justos delante de Dios y si lo creemos podemos ser reconciliados con Él. ¿Por qué hay que reconciliarnos? Porque nuestro pecado de incredulidad nos separa de Él.
Entonces mucho más, habiendo sido ahora justificados por su sangre, seremos salvos de la ira de Dios por medio de El. Porque si cuando éramos enemigos fuimos reconciliados con Dios por la muerte de su Hijo, mucho más, habiendo sido reconciliados, seremos salvos por su vida.
Romanos 5:9-10
Si seguimos pensando que no tenemos pecado, es porque el Espíritu Santo, el Consolador, no ha venido todavía a nuestra vida, y es necesario pedirle a Dios que lo envíe a nuestra vida. Jesús nos dice:
Y cuando El (Espíritu Santo) venga, convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio; de pecado, porque no creen en mí; de justicia, porque yo voy al Padre y no me veréis más; y de juicio, porque el príncipe de este mundo ha sido juzgado. Aún tengo muchas cosas que deciros, pero ahora no las podéis soportar.
Pero cuando El, el Espíritu de verdad, venga, os guiará a toda la verdad, porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oiga, y os hará saber lo que habrá de venir.
Juan 16:8-13
El Espíritu Santo es el que nos guía a la Verdad, y Jesús es La Verdad. Si recibimos a Jesus, Dios nos da el derecho de ser sus hijos y podemos recibir todas las promesas que nos ha dejado en su testamento, incluyendo la sanidad divina.
12Pero a todos los que le recibieron, les dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios, es decir, a los que creen en su nombre,
Juan 1:12