Hoy quiero compartir contigo una revelación fundamental: la divinidad de Jesús, Jesús es Dios. La Biblia nos proporciona una claridad sobre la identidad de nuestro único y suficiente Señor y Salvador.
Comencemos con un poderoso pasaje de Filipenses 2:6-8:
«el cual, aunque existía en forma de Dios, no consideró el ser igual a Dios como algo a que aferrarse, sino que se despojó a sí mismo, tomando forma de siervo, haciéndose semejante a los hombres. Y hallándose en forma de hombre, se humilló a sí mismo, haciéndose obediente hasta la muerte, y muerte de cruz.»
Este pasaje nos muestra la humildad y el sacrificio de Jesús. Aunque Él es Dios, no se aferró a Su posición divina, sino que se hizo hombre, sirviendo y muriendo por nosotros. Esto nos lleva a comprender que su sacrificio fue el acto más grande de amor y obediencia, revelando así su naturaleza divina.
No creas a ningún libro o filosofía en donde se te diga que Jesús es un profeta más, un buen hombre o un gran maestro. Pon cualquier texto a la LUZ de la Palabra de Dios, la Biblia, y no al revés.
Jesús mismo afirmó su unidad con el Padre:
«El Padre y yo somos uno.»
Juan 10:30
Esta declaración es contundente. Jesús no solo era un profeta o un maestro; Él es uno con el Padre, compartiendo la misma esencia divina. Esta unidad es la base de nuestra fe en la Trinidad: Padre, Hijo y Espíritu Santo.
En otro pasaje, Jesús deja claro que verlo a Él es ver al Padre.
«El que me ha visto a mí, ha visto al Padre.»
Juan 14:9
Estas palabras refuerzan la verdad de que en Jesús se revela completamente la naturaleza de Dios. Ver a Jesús es ver la manifestación visible del Dios invisible.
Jesús también nos mostró el camino a la salvación en Juan 14:6:
«Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre sino por mí.»
Aquí, Jesús no se presenta solo como un camino entre muchos, sino como el único camino al Padre. Esta exclusividad subraya su divinidad y su papel central en el plan de salvación. ¿Salvación de qué? de la atadura del pecado que nos separa de Dios.
Finalmente, recordemos la pregunta crucial que Jesús hizo a sus discípulos en Mateo 16:15:
«Él les dijo: Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?»
Simón Pedro respondió correctamente: «Tú eres el Cristo, el Hijo del Dios viviente» (Mateo 16:16). Esta confesión es la roca, el fundamento, sobre la cual se edifica nuestra fe. Reconocer a Jesús como el Hijo de Dios es reconocer su divinidad y su autoridad sobre nuestras vidas. Sobre este fundamento, de quienes hemos recibido esta revelación, Jesús funda Su Iglesia. Si Dios te ha dado este entendimiento, escucha nuevamente las Palabras de Jesús a tu vida:
Entonces Jesús le dijo: Bienaventurado eres, Simón, hijo de Jonás, porque esto no te lo reveló carne ni sangre, sino mi Padre que está en los cielos.
Mateo 16.16.17
¿Has recibido esta revelación del Padre, te consideras bienaventurado?
Que al meditar en estos pasajes, nuestros corazones se llenen de la revelación de que Jesús es Dios. Que esta verdad transforme nuestras vidas, fortaleciéndonos en la fe y guiándonos en el camino de la salvación.
«Y en ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre bajo el cielo, dado a los hombres, en el que podamos ser salvos.»
Hechos 4:12
Por tu Encuentro con Jesús,
– Ani Garza T