El Lunes siguiente, después del Domingo de Ramos, Jesùs entra en el Templo, y al ver lo que estaban haciendo, muestra una ira y un celo por la Casa de Su Padre. Vuelca las mesas de los que compraban y vendìan en el Templo y los echa fuera.
12 Y entró Jesús en el templo y echó fuera a todos los que compraban y vendían en el templo, y volcó las mesas de los cambistas y los asientos de los que vendían las palomas. 13 Y les dijo*: Escrito está: “MI CASA SERA LLAMADA CASA DE ORACION”, pero vosotros la estáis haciendo CUEVA DE LADRONES.
Mateo 21:12-13
El Templo, la casa de Su Padre, en dònde se manifestaba Su Presencia, se estaba convirtiendo en una cueva de ladrones.., y Jesùs, Dios mismo en carne, muestra Su Ira justa tomando una acción rápida y decisiva. Jesùs muestra Su preocupación por la adoraciòn y la santidad que se debía mostrar en el Templo.
En unos pocos días, ese Velo entre el lugar Santo y el Lugar Santìsimo, que separaba al hombre de la presencia de Dios; iba a ser rasgado de arriba a abajo para darnos entrada al Trono Celestial, a Su Presencia, no habrá màs necesidad de un sumo sacerdote, sino que el acceso al Trono de la Gracia vendría para todos aquellos que pusieran Su Confianza en quièn moriría en una cruz, derramando Su Sangre para lavarnos de nuestros pecados y darnos una nueva vida, una vida eterna.
Para los que dicen que Jesùs es todo amor, aquí lo vemos, mostrando su Ira; pero no por algo “personal” que le hayan hecho o por egoìsmo, sino porque los que decían que lo conocían, estaban haciendo cosas que iban directamente contra Su Padre.
Muchos creen que debemos evitar la ira o que es una emoción inapropiada; pero Dios mismo ha puesto en nosotros esa emoción, para que bien dirigida vaya al comportamiento pecaminoso y la injusticia. Jesùs no estaba enojado porque sintiera odio o mala voluntad, sino todo lo contrario, por el amor y el dolor que le causaba ver la condición espiritual de los fariseos. Quienes decìan conocer a Dios, pero su corazón estaba totalmente apartado de Èl.
Si vamos a enojarnos, que no sea porque nos “hacen algo malo” o por egoísmo; sino por amor a Nuestro Padre Celestial y què èste enojo, sea controlada por La Palabra de Dios, para asì poder cumplir Su Voluntad. Un enojo que sea controlado por nosotros y no al revés, que no genere raíz de amargura y que no dure màs del tiempo necesario.
Por tu Encuentro con Jesùs,
-Ani Garza T